Es un videojuego mágico por la increíble cantidad de detalles con los que cuenta, por el tremendo trabajo puesto en la construcción de su mundo, por la escala de su aventura y la revolución que supone para la fórmula de Zelda y por las lecciones que enseña a toda la industria sobre cómo plantear un mundo abierto. Es una obra maestra que demuestra la fortaleza de Nintendo como un estudio que entiende el videojuego como nadie y que es capaz de andar el camino recorrido por otros haciéndolo suyo y ofreciendo ejemplos brillantes de como sumergir al jugador en sus imponentes mecánicas.
Es un título simplemente emocionante que nos muestra todas las virtudes a las que todo videojuego debería aspirar, cerrando el círculo que comenzó el primer Zelda y devolviéndonos la inocencia de la saga, su capacidad para sorprender y mantenerse como uno de los referentes obligados de este sector.